El recogido es uno de los peinados más antiguos y versátiles de la historia del cabello. Desde las coronas trenzadas del Antiguo Egipto hasta los recogidos relajados actuales, este estilo ha acompañado a la humanidad a lo largo de los siglos, simbolizando estatus, control, sofisticación y evolución estética.
Su recorrido no solo habla de moda, sino de cómo el cabello ha sido vehículo de expresión cultural, espiritual y social. Hoy, el recogido es una herramienta indispensable para el estilista profesional: un gesto que exige técnica, conocimiento de la forma y sensibilidad visual.
Egipto y Grecia: recogidos para la realeza
En el antiguo Egipto, tanto hombres como mujeres de las clases altas llevaban pelucas elaboradas, muchas de ellas recogidas en trenzas estructuradas con abalorios de oro y piedras preciosas. Estos recogidos eran símbolo de jerarquía, pulcritud y divinidad.
En la Grecia clásica, los recogidos con moños bajos y trenzas suaves se consideraban un signo de elegancia y virtud. A menudo se adornaban con cintas, hilos dorados o peinetas, en un estilo que destacaba la armonía facial.
Roma y la Edad Media: estructura y moralidad
Las romanas adoptaron estilos más complejos, con trenzas recogidas en lo alto de la cabeza o recogidos en espiral, reservados para mujeres de alto rango.
Durante la Edad Media europea, el recogido adquirió un carácter más funcional y simbólico: se utilizaba para ocultar el cabello bajo velos o tocados, como símbolo de castidad y obediencia. El cabello recogido era sinónimo de “mujer respetable”.
Renacimiento y Barroco: la exageración como poder
El Renacimiento trajo de vuelta la atención al cabello visible. Los recogidos se enriquecieron con rizos, moños y adornos como perlas, redes bordadas o joyas, especialmente en la nobleza.
En el siglo XVIII, con el auge del barroco y la corte francesa, los recogidos llegaron a su máxima expresión: estructuras voluminosas, postizos y pelucas empolvadas, a veces de más de 60 cm de altura, formaban auténticas esculturas capilares que hablaban de poder, riqueza y teatralidad.
Siglo XIX y principios del XX: el romanticismo del moño
Durante la era victoriana, el moño se convirtió en la norma. Recogidos bajos, trenzas alrededor del cráneo y ondas suaves eran el ideal femenino. Este estilo, refinado y controlado, reforzaba la imagen de una mujer contenida, elegante y respetable.
En las primeras décadas del siglo XX, los recogidos evolucionaron hacia estructuras más sencillas, acompañando el nacimiento del estilo moderno.
Siglo XX: de la técnica clásica al lenguaje editorial
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Años 20: recogidos pulidos que acompañaban los cortes bob con ondas marcadas.
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Años 40: los famosos Victory Rolls llenaron los peinados de volumen y feminidad con fuerza.
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Años 60: el recogido colmena o “beehive” se convirtió en ícono de sofisticación con altura.
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Años 90: recogidos casuales, desenfadados, con mechones sueltos y horquillas a la vista marcaron el inicio de la estética “effortless”.
Actualidad: recogidos para cada identidad
Hoy en día, el recogido se adapta a cada estilo, edad, ocasión y textura de cabello. Ya sea un moño alto ultrabrillante para una pasarela, un recogido bajo messy para una boda o una trenza estructurada para una editorial, el recogido moderno habla de personalización, técnica y concepto.
Gracias a las herramientas actuales y a la formación especializada, se puede combinar el saber clásico con un enfoque creativo, estético y funcional.
El recogido ha sido mucho más que una técnica de peluquería: ha sido un lenguaje. Ha hablado de poder, de religión, de sensualidad, de arte y de moda. Y sigue hablando hoy, en cada boda, editorial o salón.
Dominar su ejecución es conocer su historia. Y reinterpretarlo es lo que hace del recogido una forma viva de expresión capilar.