Por Jenifer Alonso, facialista y fundadora de Infinittime.
La exposición solar controlada puede ser una aliada en el bienestar integral: favorece la síntesis de vitamina D, contribuye al equilibrio emocional y dinamiza funciones biológicas esenciales. No obstante, cuando no se gestiona de forma adecuada, la radiación ultravioleta se convierte en uno de los principales agentes etiológicos del fotoenvejecimiento y de diversas alteraciones cutáneas, tanto estéticas como funcionales.
En este contexto, es esencial desterrar mitos como el del llamado “callo solar”, difundido ampliamente en redes sociales. Esta creencia errónea sugiere que la piel se fortalece con la exposición continua, cuando en realidad, ese “engrosamiento” epidérmico es una respuesta inflamatoria crónica y una señal clara de daño acumulativo a nivel celular.
Desde la práctica estética, el rol del profesional es clave para educar, prevenir y acompañar al cliente en una rutina solar consciente. A continuación, se detallan los pasos esenciales para diseñar un protocolo de bronceado saludable, integrando estrategias dermocosméticas avanzadas y recomendaciones personalizadas.
1. Activadores solares: optimización previa de la respuesta melanogénica
Recomendar productos activadores de melanina —como los de aplicación tópica con tirosina o péptidos biomiméticos— al menos 10-15 días antes de la exposición solar puede mejorar significativamente la tolerancia de la piel. Esta preactivación estimula el sistema defensivo natural cutáneo, facilitando una pigmentación más uniforme y reduciendo la probabilidad de eritema solar.
2. Nutricosmética solar: refuerzo desde el interior
La asesoría nutricional debe formar parte del abordaje estético integral. Alimentos ricos en betacarotenos como la zanahoria, el boniato o el albaricoque favorecen la producción de melanina. Para potenciar el efecto, puede recomendarse la suplementación con complejos ricos en antioxidantes (vitamina C, E, selenio) y carotenoides, siempre bajo criterio profesional.
3. Fotoprotección oral: sinergia antioxidante y protectora
En pieles con fototipo bajo, tendencia a melasmas o hiperpigmentaciones, o en situaciones de alta exposición solar, los fotoprotectores orales actúan como coadyuvantes imprescindibles. Ingredientes como el Polypodium leucotomos, la astaxantina o el licopeno han demostrado eficacia como agentes neutralizantes del estrés oxidativo inducido por los rayos UV, mejorando el umbral de tolerancia cutáneo y complementando la acción del fotoprotector tópico.
4. Reaplicación: la clave del mantenimiento eficaz
Una correcta educación en fotoprotección implica insistir en la reaplicación cada dos horas, especialmente tras el baño o sudoración. A nivel facial, se recomienda emplear fórmulas en bruma o cushion, que permiten reaplicar sin comprometer el maquillaje ni alterar la barrera cutánea. La fotoprotección debe complementarse con el uso de barreras físicas: sombreros de ala ancha, gafas con filtro UV y prendas textiles con protección UPF certificada.
5. Protección de manos: prevención de hiperpigmentación indirecta
Las manos, frecuentemente olvidadas, tienen una alta exposición y contacto con otras zonas del rostro. Este mecanismo puede favorecer la transferencia de calor o radiación acumulada, agravando manchas o lesiones pigmentarias existentes. Se recomienda fotoprotección específica para manos o la inclusión de guantes con filtro solar en cabinas de fototerapia o servicios estéticos al aire libre.
6. Cuidados específicos para pieles reactivas o con patologías
En casos de pieles sensibilizadas (rosácea, acné inflamatorio, dermatitis), es imprescindible un protocolo delicado en la reaplicación. Se sugiere la limpieza previa con agua termal o mineral y la aplicación del fotoprotector mediante toques con celulosa estéril, evitando fricciones. El uso de sérums con ácido hialurónico o niacinamida puede favorecer la tolerancia y mitigar posibles reacciones.
Conclusión: la estética profesional como agente de prevención
El bronceado saludable no es solo posible, sino recomendable si se realiza bajo directrices adecuadas. Como profesionales de la estética, nuestra labor va más allá del tratamiento puntual: consiste en guiar al cliente hacia una relación responsable con el sol, priorizando la salud cutánea a largo plazo.
Es fundamental recordar que la radiación solar actúa los 365 días del año. Incluir el fotoprotector en la rutina diaria, al igual que la limpieza o la hidratación, debe ser un estándar de salud dermatológica. Una piel luminosa, elástica y uniforme comienza con una piel protegida.